El anuncio de una eventual, sorprendente, victoria en primer turno de Evo Morales en las elecciones del pasado domingo, insinuado por el Tribunal Superior Electoral (TSE) de Bolivia en base a proyecciones oficiales, desencadenó furia en la oposición que salió a la calle y asaltó sedes departamentales electorales en nueve ciudades. Lo cierto es que a 72 horas de los comicios Bolivia está en plena incertidumbre: los ciudadanos aún no saben qué va a pasar, mientras aumentan los cuestionamientos al trabajo que realiza el TSE en el recuento de los votos que definirá quién gobernará al país entre 2020 y 2025. Sin frenos, los seguidores de los partidos de oposición y de los comités cívicos atacaron e incendiaron el edificio del Tribunal Electoral departamental de Potosí y saquearon las oficinas electorales de otros departamentos (provincias), entre ellos, Sucre (la capital administrativa del país) y Tarija (limítrofe con Argentina).
Fueron dramáticos los enfrentamientos en Potosí, donde la policía se retiró ante la determinación de los manifestantes, mientras que dos personas arriesgaron sus vidas arrojándose desde el segundo piso del Tribunal Electoral para huir de un incendio. La rabia popular alcanzó también a una estatua del expresidente venezolano Hugo Chávez, de quien Morales era amigo, que fue derribada en Riberalta, ciudad amazónica ubicada a 1.000 kilómetros al norte de La Paz, como sucedió con aquella de Saddam Hussein en la plaza Firdos en Bagdad, el 9 de abril de 2003. Además, en Santa Cruz, capital del movimiento contra Morales, se convocó a una huelga general e indefinida. En respuesta, el jefe de Estado se reunió con la coalición que apoya su gobierno (Conalcam), que exhortó a "defender la victoria en primera vuelta" y responsabilizó por los graves desórdenes al expresidente y candidato opositor por el partido Comunidad Ciudadana, Carlos Mesa. Los militantes del partido de Mesa y otros de Bolivia dicen "no" y los comités cívicos ya habían gritado a viva voz el fraude, enfrentándose con los manifestantes del partido oficial, en Movimiento al Socialismo (MAS), tras la lectura de las proyecciones del 95,22% de los votos.
De ellas surgía, de hecho, que Morales estaba obteniendo una victoria en primera vuelta con una ventaja de 10,13 puntos sobre Mesa, lo que le permitía alcanzar su cuarto mandato consecutivo, ya que gobierna ininterrumpidamente desde 2006. La ley boliviana prevé que un candidato puede vencer las presidenciales en primera vuelta con el 50% más uno de los votos o, también, con un resultado que demuestre una ventaja mínima del 10% sobre el segundo candidato. El hecho es que cuando el recuento llegaba al 83%, el pasado domingo, las proyecciones mostraban una clara tendencia hacia el balotaje, a celebrarse el próximo 15 de diciembre. Pero la difusión de los datos fue interrumpida durante casi 24 horas y cuando se retomó el escenario era el ya descrito, que la oposición definió como una "burla a la democracia". Tras la perplejidad sobre el proceso de escrutinio manifestada por Estados Unidos y por la Organización de Estados Americanos (OEA), también el vicejefe de la delegación de observadores de la Unión Europea (UE), Jorg Schreiber, pidió al gobierno que aclare urgentemente lo sucedido.
El gobierno, a través de los ministros del Exterior, del Interior y de Comunicaciones, invitó a los partidos a esperar el resultado del escrutinio oficial de los votos, actualmente en curso. Y cuando le faltaba contabilizarse solo el 5% de los votos, Morales lograba el 46,40% de los votos, mientras que Mesa alcanzaba el 37,7%, con una ventaja para el MAS del 9,33%, cerca del triunfo en primera vuelta. Es posible porque los últimos votos escrutados provienen de zonas rurales donde el jefe de Estado tiene su núcleo duro.