Vino, ganó la interna, voto flojo en la nacional, ganó con la multicolor, gobernó y se fue. Esa podría ser la breve síntesis de la fugaz estrella de Ernesto Talvi. No tengo registros de un recorrido tan breve en la política nacional.
¿Por qué se fue? Esa sería hoy la gran pregunta. La respuesta siempre será una especulación y nada más. Descartemos: la oposición no lo atacó en absoluto, al contrario. No recibió embates y agresiones públicas y por la prensa casi de ningún tipo. No fue por el fra- caso de su breve gestión durante la pandemia, le fue muy bien en lo que se había propuesto, (Greg Mortymer y repatriación), tuvo un alto nivel de respaldo público y después se fue. O lo fueron. Una noche cualquiera le anunció al Presidente que se quería ir sin fecha fija, pero que no sería el Canciller por mucho tiempo. Conocimos la información por una filtración a la prensa de una reunión entre dos personas... Después anunció en candidatos. Es pan para ahora y hambre para mañana, se les cerró una boca importante. Pero falta bastante tiempo.
Para el Frente Amplio, todos reconocimientos, delicadeza, comprensión hacia el renunciante, sabiendo que es la imagen necesaria para no hacer de la política un circo demasiado irritante y desprestigiado y que esa fugacidad les conviene.
Para la política uruguaya, una paginita breve, intensa y terminada, que por otro lado no prestigia por cierto su situación actual, ni por los hechos ni por las especulaciones, que son muchas, ninguna de ellas generosa. Para la prensa, una oportunidad im- pagable de salirse de la pandemia y los delitos diarios que han vuelto a ocupar amplios espacios y retomar algo de política.
Para los politólogos, comentaristas, etc. - me incluyo- la necesidad de hacer interpretaciones de las más diversas e ingeniosas y de construir explicaciones con variada imaginación. Para la dura realidad: no era el oficio de Talvi, nunca la fue, y apenas se tuvo que bajar de la nube de ilusiones que se había construido, incluyendo la posibilidad de tener cierta autonomía y creatividad en la política de relaciones exteriores, se enfrentó a la dura realidad: volver a lo suyo.
Esteban Valenti