BUENOS AIRES (Infobae/Juan Bau- tista “Tata” Yofre)
La historia secreta del informe que contenía material exclusivo sobre la muerte del Führer en su bunker de Berlín y un oficial alemán trajo a la Argentina hace 70 años. Y porqué el bloque comunista, a instancias de la KGB, hizo un relato distinto de su destino final.
Cerca de las 03 de la madrugada del 16 de abril de 1945 Adolfo Hitler terminó de participar en la reunión informativa de la noche. Luego, como era su costumbre, fue a tomar su te vespertino con Eva Braun y las secretarias Christian y Junge. Fuera del profundo Führerbunker, en el salón de fumadores de la vieja Cancillería, Burgdorf (jefe oficial adjunto del Ejército), Fegelin (teniente general de las SS, enlace con Himmler y cuñado de Hitler) y Gunsche (oficial de las SS, ayudante personal de Hitler) tomaban vodka y coñac. A las cinco suena el teléfono en el salón. Es el general Krebs, el jefe del Estado Mayor, quien le informa a Burgdorf que los rusos acaban de lanzar una fuerte ofensiva en el frente del Oder. Transmitía, en pocas palabras, que comenzaba la Ba- talla de Berlín con una fuerte descarga de 41.600 piezas de artillería. Luego avanzarían 2,1 millones soldados de la Unión Soviética apoyados por 6.250 tanques y 7.500 aviones.
A partir de la primera noticia Hitler apenas durmió durante las dos semanas que le quedaban de vida. Pasaba de una reunión a otra y sus humores se alternaban sin reparar en sus palabras y sus gritos. Sabía que si los rusos cruzaban el río Oder sin problemas lo poco que quedaba de su Imperio se desplomaría. No aceptaba ningún pedido de repliegue. El general Heinrici, jefe del grupo de ejércitos del Vístula, era el centro de sus críticas. A pesar de la llegada de algunos refuerzos nada ni nadie podía detener la ola roja. El 12 de abril Franklin Delano Roosevelt muere de un derrame cerebral y Hitler imaginó que su suerte cambiaria. Los rusos seguían profundizando su ofensiva y los ataques alemanes eran rechazados uno tras otro y, alrededor del 16 de abril, los rusos comenzaban a penetrar los suburbios orientales de Berlín. En el bunker no había horarios ni descanso.
El 17 de abril el Führer, tras una reunión con sus comandantes, a las seis de la mañana volvió a encerrarse a to- mar té con Eva Braun y sus secretarias. El 19, las unidades rusas habían penetrado hasta 30 kilómetros al norte de Berlín. La noticia desequilibró al jefe alemán y se quejaba de fuertes dolores de cabeza. Llamó al doctor Morell y le practicaron una sangría porque la sangre se le coagulaba en la cabeza. Mientras algunos altos funcionarios intentaban convencer a Hitler de que abandonara Berlín, otros sin despedirse dejaban el Führerbunker. El 20, día en que cumplió 56 años, se levantó temprano y recibió malas noticias de Burgdorf sobre la ofensiva soviética. Pidió hablar con Linge (oficial de las SS, jefe del servicio personal) y le dijo: "Linge, no he podido dormir nada, despiérteme a las dos de la tarde". Tras el descanso, Linge entró en su habitación y le puso unas gotas de cocaína en su ojo derecho para calmar el dolor. Luego, Hitler se dedicó un rato a jugar con "Wolf" el cachorro de su perro "Blondi" y más tarde salió a los jardines a saludar a unos jóvenes de las juventudes hitlerianas llevados por Arthur Axman. La filmación oficial no lo muestra pero enfocado desde atrás se observa que el temblor de su mano izquierda era indetenible.
Luego vino la corta reunión en el salón de música de la Cancillería con altos funcionarios como Himmler (el comandante de las SS), Borman (secretario privado y jefe del partido), Goring, Keitel, Ribbentrop y otros. Prácticamente no habló, no tenía voz y, encorvado, arrastraba los pies.
El 20 de abril fue la última vez que vio la luz solar porque luego se hundiría en el refugio. Era un hombre vencido, destrozado. Al día siguiente los primeros proyectiles de cañón comienzan a caer sobre Berlín. "¿Tan cerca están los rusos?", le preguntó a Burgdorf. Al día siguiente comenzaba una huida generalizada de funcionarios, con documentos falsos tras quemar los verdaderos y los carnets del partido.
El 22, cerca del mediodía, preside una reunión informativa con altos jefes militares. Ya en esos momentos los proyectiles rusos caían sobre las cercanías de la cancillería y la avenida Wilhelmstrasse. Mientras los generales lo observan, Hitler, enrojecido, les dice que no piensa abandonar Berlín: "¡Antes prefiero meterme una bala en la cabeza!".
El 23, con la excusa de buscar al general Wenck y sus tropas, el mariscal Keitel abandono el bunker y no volvió más. Luego se fue el doctor Morell, cuando los rusos cerraban el cerco alrededor de Berlín, mientras otros se vestían de civil y se escondían en casas particulares.
Hitler hizo llamar a Linge y en pocas palabras le dijo que lo liberaba de todo compromiso y que se fuera con su familia. La respuesta de Linge fue: "Mi Führer, permanecí junto a usted en los buenos tiempos y pienso permanecer junto a usted en los tiempos difíciles."
Hitler lo miró fijo y le dijo que tenía una misión especial: "Yo y la señorita Braun nos dispararemos un tiro en la entrada del bunker, en los jardines. No hay otra salida. Consiga gasolina para rociar nuestros cadáveres y quemarlos. Bajo ninguna circunstancia debe usted permitir que mi cadáver caiga en manos de los rusos...destruya todo lo que encuentre en mis habitaciones. Nada aquí ha de recordar a mi persona." Entre el 25 y 26 de abril los rusos cortaron las comunicaciones que unía a la capital del Reich con el exterior. Por la tarde una lluvia de proyectiles cayó sobre la cancillería y el bunker.
El 28 se entera de que Himmler in- tenta negociar con los americanos e ingleses por separado y que el mismo día Benito Mussolini ha sido fusilado cuando intentaba escapar a Suiza y su cuerpo colgado en la Plaza Loreto de Milán. Estaba todo terminado y, para peor, las tropas del general Wenck se encontraban frenadas por los rusos y no podían rescatarlo. Entre el 29 y el 30 Hitler se despide de sus colabora- dores, se casa con Eva Braun, mientras los lanzacohetes rusos Katyusha vomitan proyectiles sobre el bunker y sus alrededores. Los rusos ya están en la Puerta de Brandenburgo.
El 30, poco antes de las 16, se suicidan con cianuro y Hitler luego se pega un tiro con su pistola Walther PPK calibre 7,65. Más tarde sus cuerpos son retirados del interior del bunker y en los jardines son rociados con la gasolina que trajo Kemkpa, su chofer personal. El 30 se anuncia por la radio de Berlín que Hitler murió "en heroica lucha contra el bolchevismo" y horas más tarde el general Hans Krebs se dirige al cuartel soviético para iniciar negociaciones con el general Vassili Chuikov quien informa al mariscal Georgy Zhukov, En la reunión relata la muerte de Hitler. Aquí, otra historia comienza a transitar.
Mientras las tropas rusas asaltan en masa los restos de la Cancillería para hacer ondear la bandera de la Unión Soviética un pequeño grupo de soldados comienzan a examinar el edificio y sus alrededores. Era un comando del 79 Cuerpo de Fusileros del Smersh (contrainteligencia militar soviética) bajo las órdenes del teniente coronel Iván Klimenko con el objetivo de encontrar a Hitler vivo o muerto. Una vez en el bunker encuentran, en su interior y exterior, obras de arte y 11 cadáveres de seres humanos y dos animales. Ayudado por la interprete Elena Rzchévskaya y en medio del caos Klimenko comienza a interrogar a los soldados que encuentran en el bunker. Primero encuentran y reconocen los cuerpos del matrimonio Goebbels y sus seis hijos. Luego analizan el cuerpo del peluquero Gustav Weler una persona parecida a Hitler pero lo descartan. Hasta el momento no encuentran el cuerpo del Fuhrer y el comandante Gorbushin, mayor Bystrov y Elena Rzchévskaya son encargados de hallarlo. Más tarde, los restos de Hitler y Eva Braun son encontrados de casualidad completamente carbonizados cuando un soldado ve una punta de un zapato entre escombros y proceden a desenterrarlos. Mientras todo esto ocurría Stalin era inmediatamente informado. Todavía no hay certezas. Encuentran una mandíbula
superior e inferior con 15 dientes bien conservados. Además un pedazo de cráneo con un agujero de bala.
El 8 de mayo Alemania firma la rendición incondicional y dos días más tarde los tres miembros de la Smersh se lanzan a buscar al dentista oficial de Hitler. No lo encuentran pero sí logran contactarse con su ayudante de diez años de trabajo, Käte Heusermann. Se le muestran las pruebas e inmediatamente reconoce los dientes de oro y los puentes dentales. "Pertenecen al canciller Hitler", dice. También reconoce los dientes de Eva Braun. Luego traza un dibujo de los dientes que coinciden totalmente con los que poseen los rusos. Ahora los soviéticos tienen la certeza de la muerte del jefe nazi pero se niegan a aceptar- la. Käte es sometida a interrogatorios similares, uno tras otro. Luego es trasladada a Moscú secretamente en un avión de transporte. Una vez que llega la encierran en una celda miserable en Lubyanka, la sede de la KGB. Los rusos siguen negando el hallazgo de los restos de Hitler.
En mayo Harry Hopkins, el asesor de los presidentes Roosevelt y Truman, viaja a Moscú para preparar la próxima reunión en Potsdam. Durante uno de los encuentros le pregunta a Stalin por Adolfo Hitler y éste le contesta que está vivo en "algún sitio" y sugiere que huyó a Japón en un submarino. Unos días más tarde en Berlín, el mariscal Zhukov dirá al periodismo que "no se pudo encontrar a Hitler, seguramente está vivo y huyóa España o la Argentina." Stalin continúa mintiendo. Durante la Conferencia de Potsdam, en julio de 1945, el líder soviético le dice a Truman durante una cena que Hitler está vivo en España o la Argentina. Si hay algo que contiene con toda certeza el informe del Smersh es la muerte de Hitler. Hay además otra certeza que Stalin se negaba a aceptar y era que Hitler murió pocos instantes más tarde de morder una capsula de cianuro. Y el informe dice lo contrario: la muerte inmediata del ex jefe nazi es el resultado de su suicidio con su pisto- la. Stalin no lo podía aceptar porque la decisión de un balazo contiene un instante de coraje, el veneno no. En todo caso, para algunos estudiosos, uso los dos sistemas. Más allá de su encono con la Argentina, Stalin mintió siempre y todo secreto tarde o temprano sale a la luz. Si no se hubiera conocido el exclusivo informe del Smersh que damos a conocer, Stalin tenía entre otros secretos los interrogatorios que se realizaron en Moscú a sus hombres de confianza, Otto Günsche y Heinz Lingue, que fueron conocidos varias décadas más tarde en lo que dio en llamarse "El Informe Hitler".
Poco más tarde los soviéticos lanzan el rumor de que Hitler está preso de los británicos y que será utilizado contra los soviéticos. Para terminar con la campaña, los británicos mandan a Hugh Trevor-Roper a investigar su paradero. Los rusos no le prestan la menor ayuda pero Roper consigue hablar con varios testigos que vivieron en el bunker los últimos días del canciller alemán. Así logra escribir sobre el asunto y rehacer la historia.
En marzo de 1953 fallece Iosif Stalin y luego son fusilados por distintas causas Lavrenti Beria (jefe de la KGB) y Viktor Abakumov, el comandante de la Smersh. En 1964, Elena, la intérprete rusa, decide escribir un libro sobre sus días en Berlín de 1945. Ahí des- cubrió que Käte Heusermann estuvo seis años presa sin causa en Lubianka. En agosto de 1951 se la acusa ridículamente de no haber asesinado a Hitler mientras se lo atendía en el consultorio. En diciembre de 1951 la condenan a 10 años de arresto en un campo de trabajos forzados en Siberia, siendo liberada en 1955 y llevada a Alemania tras una serie de atenciones.
Los restos de Hitler permanecieron custodiados en un sector militar en la Alemania comunista bajo el control del Estado Mayor del Tercer Ejército soviético. En 1970, tras consultar a Leonid Brezhnev, Andrópov, jefe de la KGB propone eliminar sus restos. El 4 de abril de 1970 lo que queda de los restos de Hitler son quemados y sus cenizas arrojadas al río Ehle. Solo una parte del cráneo y su mandíbula inferior están guardadas en los archivos de la Federación Rusa.
La historia no termina aquí. En la década del 50, en la ciudad de Buenos Aires vuelven a encontrarse dos personas que se habían enfrentado en los campos de guerra del Este europeo. Uno era el coronel Prokofi Romanenko, el agregado de las Fuerzas Armadas en la embajada de la Unión Soviética. El otro era Ernst August von Fersen, un oficial alemán que había pertenecido a la blindada "Gespenther Division". Son contados con los dedos de una mano los que conocieron qué historia los unió, pero lo cierto es que el oficial alemán recibió copia de la carpeta del Smersh sobre los restos de Hitler antes de 1955. ¿Por qué ese año? Porque en septiembre de 1955 fue derrocado Juan Domingo Perón y el ex oficial alemán se fue un tiempo a Asunción del Paraguay. Luego volvió y vivió en San Isidro y finalmente se instaló en Villa General Belgrano, donde falleció el 8 de agosto de 2018 a la edad de 97 años.
La carpeta era sumamente secreta porque Stalin prohibió que se conociera, no solamente las fotos sino su contenido, que se encontraba en Moscú. Romanenko era miembro del Smersh y seguramente, tras la muerte de Stalin, Beria y el jefe Abakumov, el militar soviético le entrego una copia a su amigo alemán. Posiblemente para demostrarle que Hitler estaba bien muerto y no como decían los servicios soviéticos o algunos comercian- tes estadounidenses.
De Romanenko no hay pistas en los archivos argentinos. Sí existe un informe de la Inteligencia Militar de los EE.UU. fechado el 22 de diciembre de 1954, escrito por el coronel George R. Harrman, agregado de la Fuerza Aérea. En el mismo traza un cuadro de actividades sociales de los oficiales soviéticos en la Argentina, en especial del coronel Prokofi P.Romanenko.