El presidente estadounidense, Joe Biden, acelera la reformas en su política económica y entre las medidas a adoptar evalúa un plan para financiar, al menos en parte, las infraestructuras por 4 billones de dólares con la aplicación del mayor aumento de impuestos federales desde 1942.
Biden no tiene dudas: después de salvar a la economía del abismo, ahora es nececsario sentar las bases de una recuperación a largo plazo, corrigiendo al mismo tiempo aquello que los demócratas creen que son las injusticias del sistema tributario estadounidense.
La receta de Biden pasa por un endurecimiento de los impuestos para las empresas y los ricos, anulando las concesiones otorgadas por su antecesor Donald Trump y pidiendo a millonarios y multimillonarios que hagan su parte pagando el derecho al contribuyente. El objetivo por ahora es generar nuevos ingresos fiscales por 2,5 billones de dólares.
Para el presidente estadounidense, esta es una apuesta que corre el riesgo de desencadenar una guerra con los republicanos, por tradición opuestos a cualquier aumento de impuestos.
Pero la Casa Blanca y los demócratas tienen la oportunidad que han estado esperando toda una vida para intentar cambiar el sistema y hacerlo, en su opinión, más justo: con el control del Congreso y un fuerte apoyo popular, incluso entre una buena gama de republicanos, los liberales creen que pueden hacerlo.
La Casa Blanca es optimista: el plan de infraestructura que Biden se prepara para presentar este miércoles en Pittsburgh tiene los números para ser aprobados por la Cámara y el Senado, incluso sin el apoyo de los republicanos.
Un no, aquel de los conservadores, que corre el riesgo de alienarlos de sus propios votantes que claman por ayuda en varios frentes, desde los impuestos hasta la sanidad.
Las negociaciones en el Congreso sobre el plan de infraestructura se prolongarán probablemente durante meses y Biden tratará de obtener al menos algunos votos republicanos, buscando ese espíritu bipartidista que hasta ahora no ha logrado.
El apoyo conservador a una medida que recuerda el New Deal (No acuerdo) de Franklin Delano Roosevelt sería importante para la administración y sus próximos movimientos, desde la inmigración hasta un endurecimiento de las armas.
De hecho, Biden no querría seguir adelante con decretos o solo con el apoyo de su partido: el presidente preferiría un diálogo con los republicanos, pero, al mismo tiempo, no está dispuesto a dar marcha atrás en su agenda. Si lo hiciera, se correría el riesgo de dividir a los demócratas, donde la izquierda está presionando para acelerar y ayudar a los estadounidenses que han perdido sus trabajos debido a Covid.
Biden no tiene dudas: después de salvar a la economía del abismo, ahora es nececsario sentar las bases de una recuperación a largo plazo, corrigiendo al mismo tiempo aquello que los demócratas creen que son las injusticias del sistema tributario estadounidense.
La receta de Biden pasa por un endurecimiento de los impuestos para las empresas y los ricos, anulando las concesiones otorgadas por su antecesor Donald Trump y pidiendo a millonarios y multimillonarios que hagan su parte pagando el derecho al contribuyente. El objetivo por ahora es generar nuevos ingresos fiscales por 2,5 billones de dólares.
Para el presidente estadounidense, esta es una apuesta que corre el riesgo de desencadenar una guerra con los republicanos, por tradición opuestos a cualquier aumento de impuestos.
Pero la Casa Blanca y los demócratas tienen la oportunidad que han estado esperando toda una vida para intentar cambiar el sistema y hacerlo, en su opinión, más justo: con el control del Congreso y un fuerte apoyo popular, incluso entre una buena gama de republicanos, los liberales creen que pueden hacerlo.
La Casa Blanca es optimista: el plan de infraestructura que Biden se prepara para presentar este miércoles en Pittsburgh tiene los números para ser aprobados por la Cámara y el Senado, incluso sin el apoyo de los republicanos.
Un no, aquel de los conservadores, que corre el riesgo de alienarlos de sus propios votantes que claman por ayuda en varios frentes, desde los impuestos hasta la sanidad.
Las negociaciones en el Congreso sobre el plan de infraestructura se prolongarán probablemente durante meses y Biden tratará de obtener al menos algunos votos republicanos, buscando ese espíritu bipartidista que hasta ahora no ha logrado.
El apoyo conservador a una medida que recuerda el New Deal (No acuerdo) de Franklin Delano Roosevelt sería importante para la administración y sus próximos movimientos, desde la inmigración hasta un endurecimiento de las armas.
De hecho, Biden no querría seguir adelante con decretos o solo con el apoyo de su partido: el presidente preferiría un diálogo con los republicanos, pero, al mismo tiempo, no está dispuesto a dar marcha atrás en su agenda. Si lo hiciera, se correría el riesgo de dividir a los demócratas, donde la izquierda está presionando para acelerar y ayudar a los estadounidenses que han perdido sus trabajos debido a Covid.