MONTEVIDEO (Sputnik/Ramiro Barreiro)— Trabajo, experiencia y voluntad de ganar. Eso fue lo que mostró el Athletico Paranaense en el estadio Centenario de Montevideo para llevarse su segunda copa Sudamericana —al ganarle por la mínima a Red Bull Bragantino—, luego de la conseguida en 2018, ante Junior de Barranquilla.
El primero de los ítems es logro del entrenador Alberto Valentim, quien reemplazó a una gloria del fútbol brasileño, como Paulo Autuori, para jugar esta final pero no claudicó en la idea de una escuadra que hizo del orden táctico su mejor virtud.
Si el Paranaense fuese un boxeador, podría decirse que es uno con mucho gimnasio.
El trabajo táctico se ve, sobre todo, en su línea defensiva, una estructura de tres zagueros comandada por Thiago Heleno, uno de los símbolos del equipo, que en los momentos en que las papas queman se convierte en una línea de cinco y hasta de seis marcadores, con el retroceso casi coreográfico de los mediocampistas.
"La experiencia es importante, sin lugar a dudas. Pero no nos apegamos a eso y no hablamos sobre eso dentro del club", dijo Valentim durante una conferencia de prensa en el Estadio Centenario de Montevideo.
Seis años lleva Thiago Heleno en el Athletico Paranaense. El zaguero de 33 años, con pasado en Palmeiras, Corinthians y Cruzeiro, entre otros clubes, ya levantó la copa en 2018 y es una voz de peso junto al atacante Nikão, autor del primer gol, y otro de los sobrevivientes de aquel plantel campeón.
Como en toda final, el partido comenzó a los 15 minutos, momento en que los rivales ya se midieron y empiezan a arriesgar.
Fue ahí cuando el Furacão mostró más voluntad que su rival para llevarse el trofeo. Y a pesar de lo que diga Valentim, fueron sus jugadores mas probados los que empujaron al equipo a abrir el marcador, o placar, tratándose de dos equipos brasileños pisando un campo uruguayo.
El tercer valor para logarlo fue el atacante uruguayo David Terans, quien llegó al club procedente de Peñarol, luego de la primera fase. Él fue quien aprovechó un cierre fallido de Aderlan para rematar con furia. El rebote que dio el portero Cleiton fue conectado de tijera por Nikão que la puso junto a un palo.
Tras el gol, Bragantino se quedó sin libreto, Artur, su mediocampista con más asistencias desapareció y los pocos arrestos ofensivos fueron con centros desde el sector izquierdo del ataque, con envíos del propio Helinho o el argentino Cuello.
"Pienso en ese partido todos los días. Es un juego que no sólo me toca a mí: a mis hijos, a mi mujer, es algo de lo que hablo todos los días, hablo con la gente cercana porque es algo que realmente llega a mis sentimientos. Han sido siete años de construir una historia aquí y todo lo que pueda hacer para darle a esta institución y a sus aficionados este título pueden estar seguros de que lo haré", había dicho Nikao en la previa.
Y vaya si cumplió.
Gradas vacías
Los altos precios de las entradas hicieron que se jugara una final con tribunas cerradas. La organización decidió impedir el ingreso a las tribunas cabeceras Ámsterdam y Colombes, que tenían un valor de 100 dólares -el acceso más económico- y limitó el aforo a la platea y tribuna Olímpica (150 y 200 dólares) y la platea América (400 dólares), donde buena parte fue ocupada por prensa y protocolo.
Si hablamos de tribunas, la victoria fue para el Furacão desde bien temprano, ocupando el 90 por ciento del espacio dispuesto y aportando el color en los alrededores al renovado estadio.
Piscinas para niños repletas de latas de cerveza, banderas, cantitos y grupos de aficionados realmente preparados. Como Jefferson y siete de sus amigos, que viajaron 20 horas en motorhome y estacionaron justo frente al estadio Centenario, para no perderse ningún instante de la fiesta y alentar al Paranaense.
"Hicimos unas costillas asadas aquí frente al estadio y luego de unas cervezas vamos a entrar a ver al Furacão. Por suerte no nos hicieron ningún problema en aparcar aquí", contó Jeferson a la Agencia Sputnik.
La distancia y la todavía corta oferta en aéreos, tras la pandemia de covid-19, fueron otros factores que complicaron la travesía. Sin embargo, la ciudad se vio intervenida por el rojo y negro del Paranaense y sus hinchas coparon bares y restaurantes de esta capital.
La experiencia también le sirvió a Conmebol y la Intendencia de Montevideo como prueba de fuego para la llegada de dos tanques del fútbol brasileño y sudamericano: Flamengo y Palmeiras, que en siete días definirán la copa Libertadores, ahí sí, con gradas a tope, y mucha más cerveza.