por Esteban Valenti
Por esa diferencia del 11.74% (55.87% a 44.13%) nadie se lo esperaba, ni los más entusiastas. Gabriel Boric, con la edad mínima de 35 años para poder aspirar a la Presidencia de Chile, ganó las elecciones, con el mayor porcentaje, la mayor diferencia y más votos que ningún otro presidente desde que el voto no es obligatorio. Y se registró un aumento muy importante de los votantes que pasaron de la primera vuelta con el 47% al 55% en el balotaje. Tuvo el apoyo compacto de toda la centro izquierda. Y eso ya es un cambio radical.
La alternativa era de las más radicales que se han presentado en América Latina desde la caída de las dictaduras en años 80, Izquierda contra la extrema derecha explícita y nostálgica del pinochetismo de Antonio Kast, que había ganado la primera vuelta.
Lo primero que considero hay que resaltar es la profunda reacción democrática de las fuerzas políticas de centro izquierda de Chile, que supieron advertir el peligro de un violento retroceso en la historia política nacional, con la asunción del más puro representante de la extrema derecha y de los sectores más privilegiados y oligárquicos de Chile. No se trata de frases hechas, basta ver la lista de los contribuyentes principales a la campaña de Kast, para darse cuenta quienes los apoyaban con mucho entusiasmo y además con mucha plata.
Boric, que fue secretario general de la Federación de Estudiantes de Chile, surgido de las grandes luchas populares y estudiantiles, que en la primera vuelta derrotó a un prestigioso y carismático candidato comunista en las elecciones internas y de esa manera encabezó la batalla por la presidencia, representa un cambio muy importante en Chile y en toda América Latina.
La batalla en la segunda vuelta se ganó en la combinación de decenas de miles de personas militando por Boric, los jóvenes y los que fueron a votar entre las dos vueltas(47% al 55.8%) y por una ventaja aplastante en la periferia de la zona metropolitana popular.
Su primer discurso y toda su campaña electoral, fue además de muy inteligente, haciendo referencia a su deseo de ser el presidente de todos los chilenos y chilenas y, de luchar para construir un estado del bienestar para todos los chilenos y fue la clave de su victoria, cuando la ultra derecha y la derecha concentraron sus baterías en colocarlo como un presidente comunista. Y el Partido Comunista lo apoyó a Boric con entusiasmo y amplitud luego de las primarias.
Están dados todos los ingredientes: se termina un ciclo de alternancia entre el centro izquierda y la derecha con tonalidades de centro, que con diferentes acentos aplicaron un modelo económico que logró un crecimiento económico muy importante, pero mantuvo enormes diferencias sociales, en muchos aspectos, en la vivienda, en la educación, en las rentas, en la discriminación de los pueblos originarios en especial los mapuches y que chocó de frente y violentamente en particular contra los jóvenes y en diversas oportunidades.
Está claro que no fueron lo mismo los gobiernos, de Bachelet o de Lagos que los de Piñera, pero los grandes datos económicos sociales no se modificaron en forma importante, en particular la distribución social de la riqueza y de la renta.
Chile fue presentada a los largo de varias décadas y luego de un trabajoso y complejo proceso de salida de la dictadura de Pinochet y sus lacras, incluyendo su Constitución, como un modelo, mejor dicho como "el" modelo para toda la región, donde todos debíamos abrevar para asegurarse un lugar bajo el sol del desarrollo.
La oligarquía en Chile, tiene un núcleo duro de extrema derecha, que dará una batalla despiadada, sin ahorrar medios y por ello es más inteligente y justa que nunca la línea amplia, abierta y las señales que dio Boric en sus primeros movimientos, sin dejarse presionar por las tentaciones internas. La historia ha cambiado en estos más de 50 años, pero sigue siendo fuente de enseñanzas fundamentales.
La política tiene de maravilloso, su capacidad de sorpresa, sus vericuetos, sus imprevisibilidades. En el Chile de Piñera, el gran empresario-presidente, se verificó la gran movilización social que destruyó la constitución pinochetista y abrió el proceso de la Constituyente para elaborar una nueva constitución realmente democrática y el pasaje a un futuro presidente de avanzada.
De este Chile actual que tanto sufrió la pandemia, pero que ahora está entre los países más vacunados del mundo, surgió el choque entre la extrema derecha y un candidato claramente de izquierda, Gabriel Boric que construyó su propia alternativa partidaria, el Frente Amplio con un amplio apoyo externo.
Los números son importantes. El aumento del porcentaje de votantes, del 47% al 55% entre la primera y la segunda vuelta electoral y la diferencia entre ambos candidatos de casi un millón de votos, son también parte de un balance en la calidad de este cambio.
Son además una lección democrática más para nuestros pueblos: las batallas, se ganan o se pierden en democracia, el pasado está enterrado en sus derrotas, incluso sus heroísmos, pero en sus errores y sus antiguos triunfos ahora debilitados y ahora en caída libre. Aprendimos a fondo a dar la batalla en democracia, a no lamentarnos las diferencias de medios, del apoyo de los grandes grupos económicos y de la comunicación, construimos herramientas democráticas de primer nivel. Y ese invalorable capital republicano debemos preservarlo y sobre todo profundizarlo.
La democracia nos sirvió en la diversidad, en aplastar para siempre esas disputas estériles de las vanguardias y de las divisiones feroces dentro de las fuerzas populares. Aprendimos a transformar las diferencias en fuerza, en capacidad de relacionarnos entre nosotros y con la sociedad en su conjunto.
Avanzamos en la práctica, en el difícil ejercicio de la política pero también en la teoría, en nuestras elaboraciones programáticas, ideales, culturales y en las diversidades ideológicas a avanzar en democracia y libertad. Sabiendo que no hay otro camino posible y positivo.
Los mesianismos brillan al principio y terminan en tragedias. En esta misma América Latina y en el mundo.
Chile tiene además un pasado que debía reforzar, iluminar nuevamente con las mejores luces del futuro, el del primer gobierno de izquierda elegido democráticamente, el de Salvador Allende, arrasado por la combinación de la oligarquía chilena, su derecha sus fuerzas armadas facciosas y con el apoyo de los Estados Unidos.
Como evitar que vuelva a nuestra memoria el Palacio de la Moneda bombardeado por los aviones de los golpistas, la muerte de Salvador Allende, el Estadio Nacional transformado en campo de concentración y los muchos años de tragedias y feroces violaciones a los derechos humanos y de robos descarados de los dictadores y sus familias.
Volvieron a abrirse las amplias alamedas de una manera más franca, más clara, más popular lo que implica compromisos y problemas nuevos.
La mayoría de los chilenos espera mucho, no espera volver al pasado, quiere avanzar firme hacia ese estado del bienestar, con mayores libertades, justicia, derechos, democracia, igualdad entre las diversas componentes de su sociedad, tanto social como étnicamente.
No será un proceso exento de tensiones, de problemas, nuevos y viejos, porque el cambio ha sido muy profundo y los enemigos de este cambio siguen agazapados y fuertes.
Así como las fuerzas avanzadas de Chile fueron capaces de construir esta alternativa de izquierda con tanta inteligencia y grandes luchas populares, expresadas en su presidente electo a los 35 años de edad, tenemos confianza en que sabrán escribir nuevas páginas de progreso para su país y de impulso para toda América Latina. Asumiendo que cada país tiene inexorablemente sus propios caminos, sus propias pruebas, sus propias tensiones. Que son intransferibles.
Lo apasionante de la nueva situación, es que además de seguirla en sus diversas fases políticas, del funcionamiento de la Asamblea Constituyente, de la compleja relación de fuerzas en el parlamento, tendremos abundante material para estudiar, para analizar y para aprender.