por Esteban Valenti
La invasión de parte de Rusia, podría decirse de Wladimir Putin, de Ucrania en toda la línea, desde todas las direcciones posibles, con una potencia militar que representa más de un cuarto de todas sus tropas y equipos rusos y en la que en pocos días ha conquistado amplios espacios estratégicos del territorio de Ucrania, cercado su capital y destruido posiciones militares muy importantes, no es una de esas tantas guerras, a las que horrendamente nos hemos acostumbrado. Observando con un mínimo de atención, el tipo de unidades movilizadas, del equipo blindado y de artillería y el conjunto del despliegue de fuerzas, era claro que no se trataba de una demostración de fuerzas. Incluso su despliegue en el territorio reafirmaba las amplias posibilidades de una invasión.
Y esa es la primera consideración, el mundo estalla de sanciones, de reacciones, de reuniones y de horrores, porque la guerra es en el corazón de Europa, la madre de todas las guerras y porque además están en juego armas nucleares en un número y una potencia que podrían destruir la Tierra varias veces.
La invasión rusa pone al descubierto la hipocresía mundial. EE.UU. y la OTAN o grupos selectos de sus aliados han invadido Irak, Afganistán, Siria, Libia, Yemen y hay guerras locales en muchas otras latitudes y convivimos con ellas con la mayor naturalidad e indiferencia. También se produjeron entre Azerbayan y Armenia, en varios ex territorios ex soviéticos. Ni nos rozan y nos muestran la vergüenza de este mundo. ¿Qué sanciones se aplicaron a los que invadieron Irak para encontrar armas de destrucción masiva y se demostró que fue un enorme bluff y se quedaron 12 años? ¿O en Afganistán, de donde huyeron con las colas entre las patas? Allí a nadie se le movió un pelo para sancionar a ningún nivel, porque los EE.UU y la OTAN tienen patentes de corsos.
A nosotros que nos sentimos lejos de todos esos horrores, que han producido cientos de miles de muertos, destrucciones devastadoras, y casi 80 millones de refugiados, bastante más que la Segunda Guerra Mundial. También es cierto que el hambre y la miseria atroz juegan su papel.
Hemos pasado de una guerra fría en decadencia llena de pequeñas y medianas guerras calientes o tibias y ahora a una guerra de mediana temperatura tan parecida a la antigua guerra fría, aunque no existan razones ideológicas de ningún tipo. Wladimir Putin de comunista no tiene absolutamente nada, incluso llegó a justificar la invasión a Ucrania por los errores de Lenin y su política de las nacionalidades, al darle relativa independencia a las naciones y nacionalidades que formaban la URSS. Cosa veredes.
Lo que está en disputa fría y cruelmente, es el papel de cada uno en el mundo, su concepto de la seguridad, y el choque entre dos bloques imperiales de la peor estirpe. La OTAN, es decir una devaluada sucursal de los EE.UU. y algunos otros aliados como Japón, Australia y Corea del Sur y Rusia con una muy complicada y delicada alianza con China.
En estos días hemos sido bombardeados desde el Este con explicaciones históricas, del origen de Rusia a partir de Kiev hace mil años, menos mal que los vikingos no se les ocurrió aportar sus incursiones fluviales y su intervención en esas tierras para reivindicar sus derechos territoriales. En realidad la hipocresía es de todos lados, también la guerra de los Balcanes, terriblemente sangrienta se basó en la historia y la religión, pero sobre todo en el objetivo de destruir Yugoslavia. Imaginen lo que sucedería si los vascos, los catalanes, los lombardos, los escoceses, los irlandeses, los sicilianos, los corsos y muchos otros pueblos reaccionaran de la misma manera. Lo han hecho y han sido en muchos casos duramente castigados. Eso, si, pacíficamente...
La historia de ninguna manera puede justificar en Europa y en muchas otras regiones, pero menos que menos en Europa el uso de las fuerzas militares para zanjar antiguas disputas. No habría un solo país que se podría sentir seguro, las fronteras han cambiado decenas de veces y hace muchos menos de un milenio, como el caso de Ucrania y sus orígenes.
La invasión rusa tiene manifiestas intenciones geopolíticas, frenar la expansión de la OTAN, es decir de los EE.UU. hacia el este, colocando sus fuerzas y su influencia en las fronteras de Rusia, apropiarse de las ingentes riquezas de Ucrania, con numerosos yacimientos minerales estratégicos y con una capacidad de producción alimentaria entre las principales del mundo, y del otro lado, volver a Rusia al sitial que Putin considera es su derecho: la segunda potencia militar mundial, a la par, a nivel de las armas nucleares con los Estados Unidos. Y esto no se resuelve con desfiles.
Los preparativos para esta invasión eran desaforados. Nadie moviliza en pocos meses doscientos mil efectivos con unidades de primera línea (más de un tercio de los blindados, cañones automotrices, aviación y helicópteros de combate, y todo el apoyo logístico y tecnológico para asustar. La superioridad era ya desde el inicio muy grande, pero Putin se decidió a realizar una invasión con alcances mucho más amplios que la propia Ucrania.
No creo que sobrepase sus fronteras hacia el oeste, pero quedó claro que tanto en fuerzas convencionales como armas nucleares, anunció que estaba jugando en serio y hasta las últimas consecuencias. Como se hacen las guerras en serio.
Y eso es lo más grave, porque el precio principal lo pagaran las poblaciones ucranianas y sus fuerzas armadas, que ya han sido duramente golpeadas. Hasta el fin de semana pasado Rusia anunciaba (con las dudas del inventario) la destrucción de 14 aeródromos; 31 centros de comunicación; 38 sistemas de antiaéreos S-300 y OSA; 56 estaciones de radar; 3 puestos de radar; derribado 8 aviones; 7 helicópteros; 11 drones; 2 misiles tácticos Tochka-U; destruidos 314 tanques; 31 aviones en tierra;57 lanzacohetes múltiples, 121 caññones de campaña; 274 vehículos militares y 8 barcos. ¿Son cifras creíbles? Si, aunque no sabemos las destrucciones de unidades rusas en su avance. El Kremlin reconoció 496 muertos y más de mil quinientos heridos al 3 de marzo.
El repudio, el horror ante el uso de la fuerza militar para conquistar territorios, ciudades, instalaciones industriales y militares es muy grande. Una gran nación de 600 mil kilómetros cuadrados y 41 millones de habitantes, invadida por su vecino mucho más poderoso y el mundo paralizado.
La OTAN envía armas, solidaridad, sanciones y permite a sus ciudadanos alistarse como voluntarios, pero no ha hecho mucho más. Gruñidos y poco más.
¿Cómo quedará el mundo después de esto? Si las negociaciones se inician y avanzan, lo menos que le sucederá a Ucrania es perder sus territorios del Donbass, el desarme y la imposibilidad de ingresar a la OTAN. Esto último no estaría nada mal.
Pero el mundo ya no sería el mismo, no en las inmediaciones del conflicto, sino a nivel global. La carrera armamentista ya se incrementó violentamente, Alemania anunció enormes inversiones para potenciar sus fuerzas armadas y lo mismo harán muchos otros países y ni que hablar EE.UU. Rusia y China. Los fabricantes de armas, están festejando a lo grande, las inversiones sociales, los gastos para la salud, para enfrentar el cambio climático y otros graves problemas globales, pasarán a segundo y tercer plano. Hemos retrocedido en estos planos muchos años.
Rusia y su líder indiscutido, Vladimir Putin habrán demostrado que sus aspiraciones imperiales son posibles y necesarias para ocupar el lugar que le corresponde desde Pedro y Catalina los grandes. Pero no solo en Rusia se insuflaran las aspiraciones imperiales.
El repudio a la invasión a sido mundial, pero las multitudes protestando contra esta guerra han sido más grandes en Rusia con una dura represión, que en otros países. Y esta ausencia incluye nuestro país. Las reacciones han sido de gobiernos, bancos, organismos diversos y ni siquiera militares.
Ucrania no está tan lejos, porque las distancias ya no se miden en kilómetros, sino en peligros y tentaciones de parte de los más poderosos.