La invasión del presidente de Rusia, Vladimir Putin, en Ucrania, está destinada a cambiar el equilibrio geopolítico y el tablero de ajedrez global que se conocía hace poco más de un mes, antes de que los tanques y misiles rusos instalarán una guerra del siglo XX en el corazón de Europa.
Muchos cambios ya están en marcha, otros son en parte predecibles y otros pueden sorprender en los próximos meses y en los próximos años.
Es fácil ver lo que está sucediendo en Europa. El futuro ya está aquí entre nosotros: el fuerte acercamiento entre Estados Unidos y la Unión Europea tras años de fatigosas relaciones, el reforzamiento de la OTAN que a partir de la "muerte cerebral" vista por el mandatario francés, Emmanuel Macron, vuelve a tener ahora un sentido y un horizonte, el paso decisivo de la UE hacia una política exterior común y la creación de una identidad de defensa común, siempre que los líderes europeos no vuelvan a caer de nuevo en algunas de esas amnesias que cíclicamente les golpean.
Son pasos que se pensaba que podían llevar años y que, en cambio, se están dando, ante nuestros propios ojos, en unas pocas semanas. Pero al ampliar la mirada se puede intuir cómo la guerra de Putin está destinada a cambiar las relaciones diplomáticas y los alineamientos en todos los rincones del mundo.
China, a su pesar, está en el centro de estas innovaciones.
Pekín ha mantenido una posición deliberadamente ambigua, pero ya está planeando movimientos para los próximos años.
El reciente fortalecimiento de relaciones buscado por Putin y Xi Jinping no fue negado. Pero China, por un lado, evita condenar explícitamente a Moscú y, por otro, sigue diciendo que cree en el diálogo y el respeto a la integridad territorial y la soberanía de los estados.
El temor de Pekín es que la crisis económica consecuente a las sanciones pueda afectar su expansionismo centrado en proyectos como la "Nueva Ruta de la Seda".
Por otro lado, la globalización, tal como se la conoce hasta ahora, está destinada a cambiar rápidamente y la interconexión e interdependencia de la economía global ciertamente sufrirá retrocesos significativos.
China no se expondrá en la guerra y mientras tanto preparará el terreno para nuevas alianzas.
El ministro de Relaciones Exteriores, Wang Yi, viajó recientemente a la India, en la primera visita desde los enfrentamientos de 2020 en la frontera del Himalaya, que llevaron a un rápido deterioro de los vínculos entre los dos países más poblados del mundo.
Ahora todo parece casi olvidado ante los nuevos problemas por enfrentar. Posiblemente juntos. China e India importan energía desde Rusia y el 50 por ciento del armamento indio proviene de Moscú.
Occidente teme, por tanto, que a medio plazo pueda crearse una alianza entre India y China que le haga un guiño a Rusia.
Sería un escenario loco que traería al mundo nuevamente dividido en dos frentes con una nueva forma de Guerra Fría. Pero esta vez ya no sería Moscú, sino Pekín quien lideraría el frente oriental.
Pero también sería un escenario que, en parte, iría en contra de los intereses chinos: ¿dónde terminaría el comercio con Estados Unidos y Europa de un país que se centra total o casi exclusivamente en el comercio internacional? También, y sobre todo, en las elecciones que haga Pekín y en la respuesta a esta pregunta, que podríamos tener dentro de unos meses, se formará la nueva estructura geopolítica global de los próximos años.
Para entender cómo la guerra de Putin está cambiando el mundo, también se puede mirar a América Latina, donde Argentina y Brasil son muy cautelosos al condenar la invasión rusa y, en cambio, están pensando en reemplazar a Moscú y Kiev en las exportaciones de maíz a los mercados globales.
Buenos Aires y Brasilia son el segundo y tercer mayor productor de maíz del mundo, respectivamente, y ahora ven la guerra desde otra perspectiva.
El Donbás, hace un mes, parecía muy lejano. Ahora de la guerra nacida en esa pequeña región surgen los cambios globales que construirán el mundo del mañana.
Y Putin, al dar luz verde a sus tanques, quería cambiar la historia. Y eso es lo que está pasando, pero no en la dirección que él quería.