por Esteban Valenti
Ya pasó una semana desde la victoria de Luiz Inasio "Lula" da Silva, en segunda vuelta y, su elección como Presidente de la República a partir del 1 de enero del 2023, y por lo tanto la derrota de Jair Bolsonaro. Primera vez en la historia que un presidente no es reelecto en Brasil. Creo que para la mayoría de los demócratas en el mundo y dentro de ellos la izquierda democrática, es de enorme importancia la derrota del neo fascismo y sus enormes peligros.
Los resultados comparados tienen obviamente su importante significado:
Primera vuelta electoral del 2 de octubre 2022:
Total de votantes: 123.682.372 - Votos a los candidatos 95,59% - 118.229.719
LULA: 48,43% - 57.259.504 votos
JAIR BOLSONARO: 43,20% - 51.072.345 votos
Resultados del balotaje del 30 de octubre 2022:
Total de votantes: 124.252.796 votos - Votos a los candidatos · 95,41% - 118.552.353
LULA: 50,9 % - 60.345.999 votos
Jair Bolsonaro: 49,1 % - 58.206.354
Lula creció entre el primer turno y el balotaje 2.47% y 3.086.495 votos
Bolsonaro creció: 5.90% - 7.133.850 votos
Obviamente en esta semana hubo análisis, columnas, debates de todo tipo, por la importancia y la atención que despertó esa elección, yo me voy a permitir analizarla desde nuestra perspectiva uruguaya y en particular como impacta el cambio en la posibilidad de un cambio de gobierno en el Uruguay a partir del 2025. Lo uno con la columna que escribí luego del primer turno electoral "Las barbas en remojo" (que adjunto). Hay muchas y fundamentales lecciones, a pesar de las diferencias políticas e históricas de ambos países.
Jair Bolsonaro, con una política desastrosa en la lucha contra el COVID, Brasil tiene el 3% de la población del planeta y tuvo el 11% de las muertes por la pandemia...!!! y de sus posiciones realmente de extrema derecha, a nivel económico y social, obtuvo el 49.11% de los votos, por varias razones: un desplazamiento político y cultural hacia la derecha muy importante también en Brasil, pero además porque una parte de la población de Brasil estaba y está en contra del regreso de Lula y el PT al poder. Seguramente la dirección del PT maneja esos datos con mucha precisión. Otro factor fue el uso despiadado de miles de millones de reales del Estado para políticas demagógicas directamente relacionadas con las elecciones.
Las heridas por la corrupción fueron muy profundas, porque el pueblo de izquierda y básicamente progresista, sufre muchísimo las corrupciones y las derrotas de sus convicciones y el convencimiento de que todos los políticos son tentados y ceden, muchos ganados por las desviaciones del poder. Y eso sucedió en Brasil y en el Uruguay también.
El triunfo de Lula es un renacimiento, precisamente porque quisieron enterrarlo en lo peor de la política, no el fracaso de la economía o de sus políticas sociales, sino en la terrible tradición de corrupción de la política brasilera. El "los políticos son todos iguales", no afecta a todos por igual, impacta con mucho más importancia en las fuerzas progresistas y de alternativa. La justicia corrompida, jugó su papel a través del Juez Sergio Moro, pero hay que también reconocer que ese mismo poder judicial liberó y habilitó a Lula a participar en estas elecciones.
Pero sería un grave error explicar el proceso electoral solamente o principalmente por razones judiciales y conspirativas, sobre todo el desplazamiento hacia la derecha.
Hay que considerar que las alianzas pre-electorales del PT y Lula antes de la primera vuelta y sobre todo antes del balotaje tanto con Simone Tebet y Ciro Gomes, como el apoyo de Marina Silva y en especial de Fernando Henrique Cardoso, muestran que en esa materia los movimientos y la colocación del tema democrático, fueron fundamentales, pero no determinaron que la mayoría de los votantes y simpatizantes de los otros candidatos, se volcaran mayoritariamente a votar a Lula en el balotaje y el crecimiento de Bolsonaro fue más del doble que Lula tanto en porcentaje como en votos, entre la primera y la segunda vuelta.
Esto, lejos de quitarle importancia al triunfo de Lula, lo acrecienta y le da un enorme valor a nivel nacional, regional e internacional, pero también muestra toda la complejidad y reclama el análisis profundo de todo el proceso. La fractura extrema de Brasil reclamará no solo una adecuada política de alianzas y de gobernabilidad de Lula y su gobierno, sino construir y ampliar el espacio democrático en la sociedad y en la política.
Por la distribución geográfica de los votos entre los estados, pero también dentro de ellos y a nivel socio-cultural, muestra claramente que los sectores populares y más desfavorecidos fueron la base de la votación a favor de Lula, pero que amplios sectores de ingresos bajos, de clase media baja y media, votaron por Bolsonaro y naturalmente el poderoso sector de los agronegocios, de las iglesias evangelistas e importantes sectores militares y policiales. No son solo votantes, son militantes de extrema derecha.
El principal desafío de Lula para gobernar, a diferencia de lo que se percibe a primera vista y sobre todo desde afuera, no es realizar las alianzas a nivel parlamentario, ya lo ha hecho y hay condiciones para poder gobernar, lo más complejo es que no puede equivocarse en un milímetro en temas de corrupción y del manejo del poder. Eso es vital para el futuro de la izquierda en Brasil y en toda América Latina.
Partiendo de una definición: no se trata solo de las coimas, del abuso del dinero público, que en Brasil es una enfermedad endémica y muy extendida, sino del manejo transparente y límpido del poder y de recuperar la confianza de la gente en los políticos y en la política. Y eso vale para Brasil y vale para Uruguay.
No vale de ninguna manera, ser un poco mejores que nuestros adversarios, en escudarnos como lo hacen ellos, en actos de corrupción de parte de gobiernos o partidos de derecha o de centro derecha y del centro, hay que realmente recuperar para la izquierda y el progresismo la épica y la ética de la moralidad pública, de la limpieza en el uso del poder. Tarea que se ha demostrado muy, pero muy compleja.
Tomemos el ejemplo del Uruguay: ¿Qué le estaría sucediendo a la izquierda, al Frente Amplio en particular si uno de sus gobiernos hubiera vivido el caso Artesiano, en la entrega del puerto a los belgas de Katoen Natie y la sucesión permanente de otros episodios turbios?
Estoy absolutamente seguro que nuestra intención de voto hubiera caído a la mitad y que el presidente de turno no superaría el 20-25% de apoyo. Mientras que el Partido Nacional y el gobierno multicolor que está sumergido hasta el cuello en muchos episodios realmente oscuros en el manejo del poder, no se ha desplomado en su intención de voto y el Presidente, aunque notoriamente ha caído a un saldo negativo de 44% en contra y 40% a favor, no sufrió el mismo impacto que recibiríamos nosotros.
El núcleo duro de la derecha y del centro derecha, incluso en un país como Uruguay donde la corrupción no alcanza de ninguna manera los niveles de otros países vecinos, se fortifica en sus odios contra la izquierda, para absorber una parte de los escándalos varios y diversos que se han sucedido.
Agreguemos otra pregunta: ¿Qué precio político estaría pagando la izquierda y el centro izquierda con los malos resultados sociales de estos dos años y medio de gobierno multicolor: baja constante de salarios, jubilaciones y pensiones, del consumo y por lo tanto ventas y situación de decenas de miles de empresas y del otro lado pequeños sectores sociales que se han enriquecido a niveles muy superiores de los últimos 40 años? En definitiva la economía es también esa relación y no solo los números macros presentados a posibles inversores.
La izquierda uruguaya tiene una gran ventaja conquistada en sus tres gobiernos, su trayectoria y sus cambios: su apego a la democracia y su aporte a fortalecerla, defenderla, respetarla y enriquecerla con diversos avances. La derecha, inclusive la actual, no puede mostrar los mismos resultados, aunque le reconozcamos su vocación básica democrática, que no le reconocemos a Bolsonaro.
Lula ganó porque es Lula, ningún otro candidato le hubiera ganado, ni por cerca a Bolsonaro. Si en Uruguay no se logra elegir un candidato que sintetice no solo el pasado del FA, su experiencia de gobierno y resultados de gestión, su capacidad de diálogo con la mayoría del país, en especial con el interior, sus posibilidades, postergaciones, debilidades y necesidades, la batalla será muy difícil.
El Frente Amplio y las fuerzas progresistas más amplias, se juegan una batalla histórica, una nueva derrota sería muy difícil de asimilar y el peligro es que la posibilidad del triunfo, exacerbe los intereses sectoriales por encima de la necesidad de construir las condiciones para el triunfo. Y ya se ven movimientos y sectores, como el caso del Partido Socialista, cuya prioridad es su disputa menor e interna, por sobre el proyecto nacional y popular necesario para sacar el país nuevamente de su decadencia, pero no son los únicos. El "olor a queso", como lo llamaba Seregni, está cada día más presente y puede intoxicar.
En otras notas analizaremos los aspectos del uso de las redes en las campañas electorales, porque no son temas técnicos, tienen profundo sentido estratégico y de contenidos. La derecha en todo el mundo utiliza de manera mucho más programada las Fakes News y por ello privilegian las redes sociales en sus campañas y no es un problema de cantidades, de trolls o robots, es siempre de estrategias políticas integrales correctas para enfrentarlos. Las redes permiten emitir mensajes a la medida de cada sector, incluso segmentar los contenidos con contradicciones pero funcionales para la campaña. Para la izquierda ha sido prácticamente imposible fragmentar de esa manera sus mensajes, sus campañas.
Y analizaremos la relación de Brasil con la política en Uruguay, incluso con este gobierno, en que su Presidente Lacalle Pou en su saludo al triunfo de Lula, le dio lecciones sobre política internacional, cuando no es precisamente esa una materia donde el gobierno puede mostrar resultados y éxitos.