MONTEVIDEO (Gente d'Italia/Roberto Zanni) - Los periódicos escriben la verdad. Pero la verdad asusta al "poder" y por eso la censura llega inexorablemente, como un cuchillo de carnicero. ¿Una película de los años oscuros del siglo pasado? ¿La historia robada de una dictadura actual de algún país del cuarto mundo?

 

No, estamos hablando de Italia. Sí, en serio. Está sucediendo ahora mismo, la gente no se da cuenta, pero la embajada de Italia en Uruguay, los canales del Ministerio de Asuntos Exteriores, la Farnesina, el MAECI, llámalo como quieras, están intentando oscurecer al 'Pueblo de Italia': embajadas, consulados, etc., ya no pueden abrir nuestro sitio.

Aparece una advertencia (como se muestra en la foto a continuación) que subraya que, si ingresa al sitio web de Gente d'Italia, personas malintencionadas podrían intentar robar información personal. Increíble, adónde podemos llegar sólo porque decimos la verdad, en este último caso contando lo que El País, el primer periódico de Uruguay, publicó con gran protagonismo en sus páginas: a saber, los desastres provocados por el embajador pro témpore en Montevideo, Giovanni iannuzzi, que debería ahora dimite junto con el miembro del Comité (ex presidente) y concejal del CGIE, Aldo Lamorte. Porque lo que pasó y sigue pasando en Montevideo es un escándalo.

Nosotros en Gente d'Italia, como recuerda nuestro colega Stefano Casini que informó el reportaje aparecido en El País, llevamos años diciendo esto y por eso ya hemos sido censurados, con enormes mentiras, por el infame Pareja Iannuzzi-Lamorte (¿también liderada por Ricardo Merlo?): en la Oficina Consular de Montevideo nada funciona, lo hemos repetido y comprobado y como consecuencia luego le negaron a nuestro editor y director Mimmo Porpiglia el aporte a la edición que exige la ley. Pero si el Poder Judicial tendrá la última palabra en este punto, el informe-investigación de El País sobre lo que está mal (todo) en la tristemente célebre Oficina Consular ha vuelto a poner en evidencia lo que venimos gritando desde hace años: lo más importante de hecho, un periódico de Uruguay ha descrito la situación apocalíptica que vivimos, con medio millón de solicitudes de ciudadanía italiana en espera y quién sabe cuándo serán concedidas.

Entonces incluyamos también a quienes se benefician de la ineficiencia de la embajada y el panorama es completo, pero no nuevo, lo repetimos, porque antes de El País, fue el Pueblo de Italia quien lo denunció, en varias ocasiones, en particular cuando Maie quería la nueva sede, más grande, más cómoda, pero sin funcionarios, presentada como la panacea, que en cambio no sirvió más que para gastar un par de millones de euros, que luego terminaron quién sabe dónde (también aquí sería interesante tener finalmente explicaciones...).

Por eso, a estas alturas, Iannuzzi y Lamorte, en lugar de pensar en cerrar también El País porque decía la verdad como nosotros, deberían dimitir porque en todo este tiempo han sido incapaces no sólo de gestionar el estado de las cosas, pero sobre todo de denunciarlos: ¿por qué no lo hicieron? ¿Por qué no dijeron que la situación en Montevideo era insostenible? ¿Que no había posibilidad (¿o voluntad?) de atender las solicitudes particularmente relativas a la ciudadanía? ¿No actuaron para ocultar la verdad, justificando así la creación de la Oficina Consular y el enorme gasto inútil? ¿O en particular Iannuzzi dijo que obedezco órdenes recibidas de alguien?

En esta situación, el embajador pro tempore, el presidente o el consejero de los comités (y también el CGIE) deberían haber actuado en interés de sus compatriotas. En cambio, no lo hicieron porque pensaron en sus propios intereses, y se confabularon en un intento de silenciar al Pueblo de Italia, culpable de decir la verdad y estar del lado del pueblo. Pero tarde o temprano, para usar una expresión antigua, los nudos vuelven a casa: los días de la mentira están contados, y hasta el peor embajador italiano jamás visto en Uruguay y su amigo de la merienda se darán cuenta.

Pero Iannuzzi y Lamorte deben saber que las páginas de denuncia de El País representan sólo el comienzo, hay varias cosas más, desde las opiniones falsas escritas y firmadas en un intento de cerrarnos hasta las papeletas robadas agitadas en un vídeo. La verdad se abre camino, una voz cada vez más fuerte que ni siquiera la última censura implementada por la Farnesina o sus partidarios podrá frenar.