por Esteban Valenti
En la actualidad los temas teóricos, filosóficos e incluso históricos se alejan cada día más de la política y esta se empobrece a ojos vista. Sobra urgencia y mezquindad y falta filosofía. Algunos, ganados por las premuras del presente, por un globalismo encarado solo en el plano económico, comercial y a lo sumo tecnológico pueden sentirse tentados a apreciar positivamente esta pérdida paulatina de reflexiones y de aportes intelectuales que siempre marcharon junto a la política. Hoy esos temas se refugian en unos pocos autores y sobre todo en las universidades. Las dos figuras centrales de la teoría y de la práctica del socialismo, Carlos Marx y Vladimir Lenin, en lo que puede llamarse como el siglo de oro de la filosofía política y de la economía política socialista y de las revoluciones del siglo XX, hicieron aportes fundamentales, pero cometieron algunos errores que son parte del fracaso del «socialismo real» y su caída en Europa y en Asia Central y de los partidos comunistas a nivel global.
Los partidos comunistas siguen existiendo -nadie puede negarlo- pero en comparación con su influencia, su peso político en la realidad mundial desde hace medio siglo, su decadencia es más que evidente. Y la explicación no puede ser solo la caída del muro y de la URSS, tiene otros rasgos y facetas precedentes. No abundan por cierto los análisis críticos o autocríticos de las causas de ese proceso de caída pronunciada y notoria, en particular en Europa, pero también en otras partes del mundo. La gran diferencia con el pasado A.c.m (antes de la caída del muro) es que todos esos partidos saben que el comunismo nunca se hará realidad en ninguna sociedad sobre esta Tierra, entre otras cosas porque ya no sabemos que es el «comunismo» y ni siquiera están buscando las respuestas necesarias. Y la posibilidad de construir el comunismo era su gran diferencial. Uno de los errores más graves en la creación teórica de Marx, en el marco de sus enormes aportes en economía, sociología, filosofía, historia, antropología y política, fue el haber concentrado la definición de los seres humanos casi exclusivamente en sus relaciones de producción, en sus relaciones de clase, ignorando o subestimando dos aspectos fundamentales: el humanismo y el subjetivismo.
No se puede analizar y comprender la relación entre los seres humanos solo a partir de sus relaciones económicas, de clase, este reduccionismo influyó de manera determinante en las relaciones con el poder, el Estado, con el partido, con los líderes, con las propias revoluciones y fueron una base fundamental para la hipertrofia de la burocracia y la pérdida del sentido crítico, base esencial para cualquier ideología que pretenda ser revolucionaria. Jean Paul Sartre que se batió por sus ideas progresistas y avanzadas y llegó a escribir que «Un anticomunista es un perro» o «al fascismo se le destruye. El diálogo no es para las bestias» también afirmó que «Al querer la libertad, descubrimos que ella depende enteramente de la libertad de los demás». Desde su publicación en 1946 de Materialismo y revolución hasta que en 1960 editara Crítica de la razón dialéctica, desde una posición profundamente comprometida con la crítica al capitalismo, alerta sobre una visión totalizadora del marxismo con perfiles escolásticos y lo define como el primer paso para el aislamiento político e intelectual y una freno determinante para llegar a un socialismo democrático.
Sartre escribe: el marxismo ha sido «el intento más radical para aclarar el proceso histórico en su totalidad», pero subraya el peligro de constituirse a priori en el saber absoluto. Una parte fundamental de la obra de Sartre está dedicada precisamente a la subjetividad. Fue demoledor: «Lo más desagradable del mal, es que a uno lo acostumbra». Algunas deformaciones extremas, como el estalinismo y su influencia devastadora no solo en la URSS durante casi 30 años, sino en los otros países del socialismo real en Europa y en la mayoría de los partidos comunistas, no fueron un accidente, tuvieron ese error teórico como base fundamental, que a partir del XX Congreso del PCUS en 1956, que inició la crítica al llamado «culto a la personalidad», no tuvieron una continuidad en la elaboración de los comunistas rusos o de otras partes del mundo sobre cómo fue posible semejante deformación y un apartamiento total del humanismo, de la subjetividad y la espiritualidad. El concepto de «socialismo científico» concebido como saber absoluto, en contradicción con el «socialismo utópico» tuvo una base fundamental en referir el socialismo exclusivamente a las relaciones de producción y de clase del proletariado y a pesar de la profundidad innegable del análisis del capitalismo a partir de la revolución industrial y su impacto sociológico e incluso sicológico, aplastó conceptos originales de humanismo y de espiritualismo del propio socialismo.
Hay una larga cita de Antonio Gramsci que conviene recordar, con una paradoja que no siempre se recuerda: el gran pensador y luchador antifascista y comunista italiano, pudo escribir sus Cuadernos de la cárcel entre 1929 y 1935, mientras estaba encarcelado en la Italia fascista y fueron publicados posteriormente a su muerte en abril de 1937, fue posible porque no estaba exiliado en la URSS de Stalin, de lo contrario no hubieran sido posibles y aunque no fueron escritos en forma sistemática se deben considerar como una contribución, original, creativa y valiente a la teoría política del siglo XX. Escribía Gramsci: «Hay que perder la costumbre y dejar de concebir la cultura como saber enciclopédico en el cual el hombre no se contempla más que bajo la forma de un recipiente que hay que rellenar y apuntalar con datos empíricos, con hechos en bruto e inconexos que el tendrá luego que encasillarse en el cerebro con las columnas de un diccionario para poder contestar, en cada ocasión a los estímulos varios del mundo externo».
«Esa forma de cultura es verdaderamente dañina especialmente para el proletariado sólo sirve para producir desorientados, gente que se cree superior al resto de la humanidad por que ha amontonado en la memoria cierta cantidad de datos y fechas que desgranan en cada ocasión para levantar una barrera entre sí mismo y los demás». «La cultura es cosa muy distinta. Es organización, disciplina del yo interior, apoderamiento de la personalidad propio, conquista de superior conciencia por la cual se llega a comprender el valor histórico que uno tiene, su función en la vida, sus derechos y deberes. Pero todo eso no puede ocurrir por evolución espontánea, por acciones y reacciones independientes de la voluntad de cada cual como ocurre en la naturaleza vegetal y animal. El hombre es sobre todo espíritu, o sea, creación histórica y no naturaleza». «Toda revolución ha sido precedida por un intenso trabajo de crítica, de penetración cultural, de permeación de ideas a través de agregados humanos al principio refractario y solo atentos a resolver días a días, horas por horas, y por ellos mismos sus problemas económicos y políticos, sin vínculos de solidaridad con los demás que se encontraban en las mismas condiciones». (…) «El mismo fenómeno se repite hoy para el socialismo. La conciencia unitaria del proletariado se ha formado o se está formando a través de la crítica de la sociedad capitalista; y crítica quiere decir cultura, y no ya evolución espontánea y naturalista».
«Crítica quiere decir precisamente esa conciencia del yo que Novalis ponía como finalidad de la cultura. Yo que se opone a los demás que se diferencia y tras crearse una meta, juzga a los hechos y los acontecimientos, además de en sí y por sí mismo como valores de propulsión o repulsión. Conocerse a sí mismo quiere decir ser lo que se es, quiere decir ser dueño de sí mismo, distinguirse, salir fuera del caso, ser elemento de orden, pero del orden propio y de la propia disciplina de un ideal. Y eso no se puede obtener si no se conoce también a los demás, su historia, el decurso de los esfuerzos que han hecho los demás para hacer lo que son, para crear la civilización que han creado y que queremos sustituir por la nuestra, quiere decir tener noción de que es la naturaleza y de sus leyes, para conocer las leyes que rigen el espíritu y ofrendarlo todo sin perder de vista la finalidad última, que es conocerse mejor a sí mismo a través de los demás y a los demás a través de sí mismo». Y esa visión de la cultura y de la batalla cultural, de las supraestructuras y su compleja y tensa relación con la estructura económica, es parte esencial de una visión espiritual y humanista, en Gramsci. «Como cada hombre es filósofo, cada hombre es científico, etc.».
La dependencia total del Estado, del líder, del partido como elemento central y excluyente de la condición de comunista, incluso la anulación de la crítica y de la polémica es parte fundamental de la decadencia del socialismo real y de su caída. La represión en todos sus matices, desde las más brutales, como los asesinatos, los gulags, pero también las excomuniones y exilios políticos e ideológicos y el peso del aparato burocrático por encima de la política, la cultura y la ideología, son la máxima expresión de la negación de la espiritualidad y del humanismo. Los resultados están a la vista a partir de 1989. Las luchas políticas dentro de los diferentes partidos comunistas y los niveles de ferocidad que alcanzaron, tienen su base fundamental en esa negación de lo espiritual y del humanismo. Rosa Luxemburgo, una heroína de las ideas socialistas, asesinada en Alemania a los 47 años de edad en 1919 y sin duda alguna una de las personalidades que mantuvo la polémica mas aguda, de fondo y respetuosa con los bolcheviques rusos, escribió: «Por lo demás, todo sería más fácil de soportar si no me olvidara la ley fundamental que me he prefijado como regla de vida: ser buenos, he ahí lo esencial. Ser buenos, muy simplemente. Es eso lo que abarca todo y vale más que toda la pretensión de tener razón».
…«¡Y cómo comprendo que esté enamorada «del amor»! Para mí el amor ha sido (¿o es?...) siempre más importante, más sagrado que el objeto que lo suscita. Porque permite ver el mundo como una fábula espléndida, porque hace emerger del ser humano lo que él hay de más noble y bello, porque eleva aquello que hay de más común y humilde y lo adorna con brillantes y porque permite vivir en la ebriedad, en el éxtasis». La propia historia de las inmensas legiones de mujeres y hombres simples, de pueblo o grandes intelectuales y artistas que hicieron de la épica del socialismo, de la solidaridad y de su sacrificio, parte fundamental de sus vidas y de sus muertes, muchas veces trágicas, es la demostración de la grave insuficiencia teórica, filosófica y política de los textos fundamentales del socialismo, El Capital y el Estado y la Revolución, por ejemplo.