Un acontecimiento casi tragicómico aconteció en los últimos días con respecto al Águila del Graf Spee. Creemos que, con las mejores intenciones, el Presidente de la República, en conferencia de prensa, había anunciado que ese símbolo nazi de la II Guerra Mundial, debería ser fundido para que uno de los mejores artísticas uruguayos como Pablo Achugarry, pudiera realizar una obra que simbolizara la paz: una paloma.
Cuando, con total razón, el mundo del arte y los intelectuales de todos los colores, levantaron sus voces con enojo por una decisión como transformar una obra de arte en otra, Luis Lacalle Pou, con total humildad, hechó marcha atrás y confió en la razón que lo circundaba.
Los argumentos contra la fundición del Águila nazi fueron de todos los colores, aprovechados, hasta con un poco de desinteligencia por la oposición. Se llegó a decir que “fundir el Águila (una obra que pesa 300 Kg) para transformarla en una paloma, era comparable con convertir el primer estadio de la historia como el Coliseo, un lugar donde moría mucha gente, en un parque de diversiones”: obviamente hubo comparaciones totalmente disparatadas, como pirámides o salas de tortura.
De todas maneras, el Presidente demostró que, cuando se equivoca, primero lo reconoce y luego ACTÚA, como lo hizo hasta ahora con las docenas de problemas políticos graves que tuvo.
Para un mandatario que, a los 10 días de comenzar, le explota una pandemia mundial, luego una guerra que podría aún transformarse en la III Mundial, la peor sequía en un siglo, un caso interno de un funcionario como Astesiano, un partido de la misma coalición que llegó a votar con la oposición, un conocido senador acusado de pedófilo etc. etc. , habiendo superado las plagas de Batlle con sus: Efecto Tequila, Efecto Samba, Efecto Tango, Aftosa, vaciamiento por parte de los ahorristas argentinos de los bancos uruguayos, entre otras plagas…... convengamos que no fue nada fácil.
Así y todo logró, durante su mandato, rebajar el déficit fiscal, aumentar exponencialmente exportaciones e importaciones, aumentar la inversión extranjera, bajar la desocupación y los delitos, hasta recibir premios internacionales por su gestión y grandes avances en el MIDES.
A pesar que la intención era buena y…….bastante ingenua, por suerte, hechó marcha atrás y se dio cuenta que el arte y la historia no se tocan, se absorben y se aprende de ellas.
Al gobierno le quedan aún muchas cosas en el debe, como las consecuencias por ese desesperado control de la inflación que puso el peso uruguayo entre las 4 monedas más fuertes del mundo (con todos los problemas que le puede pasar a un país como Uruguay que basa su economía en la exportación). Además, a pesar que bajó la desocupación casi 4 puntos porcentuales, los sueldos no son suficientes para una canasta familiar básica abultada, sin considerar que los turistas se quejan por lo caro que es el país.
De todas maneras, contra vientos y mareas, el Presidente sigue con el timón del barco: las olas son cada vez más altas y la oposición, que aprendió siéndolo por estar décadas en esa posición, a pesar de haber cometido errores casi banales, sigue al acecho para 2024.
Stefano Casini