por ESTEBAN VALENTI

Se terminaron las elecciones nacionales, cambiamos, tendremos un gobierno de izquierda y ahora comenzaron las elecciones departamentales en el mes de mayo. Pero la carrera ya se lanzó y es toda en base a nombres. Yo quiero definir mis exigencias sobre la capital del Uruguay. Tengo derecho, yo vivo aquí.

 

No quiero conformarme simplemente con algunos retoques y la continuidad, no tengo en absoluto un balance positivo de la actual situación de Montevideo y siento que si lo único que le ofrecemos a la gente, a los montevideanos, al conjunto de los uruguayos y a los visitantes son algunas mejoras y la continuidad general de esta ciudad decadente que ha roto lazos con su mejor pasado, perderemos las elecciones y eso sería una tragedia para el gobierno nacional y para la izquierda.

Pero para continuar gobernando no alcanza con revolotear banderas, hay que decir la verdad, y sobre todo hay que tener un proyecto creíble, nuevo de Montevideo. Es falso de toda falsedad que ser de izquierda es defender de cualquier manera y a cualquier costo lo que haga la izquierda gobernando, aunque el balance sea malo o muy malo.

Montevideo es hoy una ciudad decadente, sucia, muy sucia, mal iluminada, con serios problemas de tránsito y sobre todo sin un proyecto, sin un futuro acorde a un proyecto nacional progresista y de avanzada.

Primero, segundo y tercero yo quiero una ciudad limpia, en todos sus barrios, en la recolección de los residuos domiciliarios y comerciales, en la limpieza de sus calles y veredas, con lugares para depositar los residuos personales en la calle (papeleras) y limpia en sus paredes, que son cada día más un termómetro de su decadencia.

No me vengan con el cuento de que los montevideanos somos sucios. Es posible que la mugre llame a la mugre, hasta es posible que algunos lo hagan a propósito, unos pocos, y que hay gente que vive de la basura, pero la Intendencia tiene la obligación, repito la obligación de adoptar las medidas, todas las medidas prácticas, organizativas, legales, de control para que vivamos en una ciudad limpia y con veredas transitables. Y tiene los recursos para hacerlo si se concentra en esa tarea básica y terreno de derrota de varias intendencias.

Hay muchos ejemplos de boliches, pizzerías, terminales de ómnibus, etc., cuyos baños están limpios y otros son un asco y los utilizan montevideanos y visitantes, todo depende de los dueños, de los responsables de la limpieza, no me vengan con el cuento de los habitantes sucios. Otro ejemplo de referencia, la limpieza de las playas de Montevideo hace muchos años es impecable.

Sin una ciudad limpia, no solo sin basura, todo lo demás no vale un pito.

Quiero una ciudad que aborde el tema del tránsito, del transporte colectivo de la circulación de los diversos vehículos personales con una visión integral y con una estrategia de que nos proponemos, hacia donde vamos. Y no una superposición de inventos y antojos. No los quiero nombrar explícitamente no solo porque todos sabemos a qué me refiero sino porque son solo una muestra, pero Montevideo debe pensar integralmente, positivamente, técnicamente y con rapidez. No se aguantan más los fracasos. Ni más improvisaciones.

Es una ciudad oscura, aunque se hayan cambiado e instalado luminarias nuevas, pero en su conjunto y con la ayuda de la vegetación, es oscura. Y también sabemos que la energía que consumimos en la ciudad es cara, pero la seguridad, la efectividad de las cámaras de seguridad y la convivencia en los barrios y en toda la ciudad, también funciona o no de noche y para ello la clave es la iluminación. No me vengan a tapar con cifras, simplemente circulen por la ciudad.

Montevideo es la ciudad más visitada por los turistas del resto del Uruguay y del exterior y no está a la altura con sus principales atractivos. La Ciudad Vieja, los grandes edificios, la rambla (ahora tapada por una ciclovía incomprensible) los parques, el Estadio Centenario (pensemos si tenemos un partido del mundial del 2030) y zonas como la Estación Central de AFE, el dique Mauá y el gasómetro gigante en la rambla, para hablar de algunos puntos, no pueden seguir durmiendo en la desidia. Hay que tener iniciativa, ingenio, ofrecer ventajas para los que quieran evitar las zonas de tugurización de la Ciudad Vieja o la vergüenza de la rambla de Montevideo con enormes armatostes en decadencia, inclusive el enorme edificio del Hotel Nacional (Ex facultad de Humanidades y Ciencias) y la Escuela Carlos Nery.

Montevideo está atrapada en sus pequeñas ideas y alejada de los grandes cambios, como la explosión de la Ciudad de la Costa o la decadencia violenta del Cerro, un lugar maravilloso de nuestra geografía.

El estado de la red vial de Montevideo lo sufrimos todos, y es democrático, en todos los barrios, si tienen dudas vayan por calles empedradas de Punta Carretas y Pocitos o por zonas de la rambla. No se puede hacer todo junto, es verdad, pero una planificación adecuada y audaz, debe detener la empinada caída de las calles de la capital.

Nos hemos quedado atrás en relación a muchas ciudades capitales de América Latina y eso que nuestra capital no crece en población, al contrario, se reducen sus habitantes y se van hacia la zona metropolitana, incluyendo San José.

No hay ningún espíritu, ningún entusiasmo, ningún orgullo montevideano y vaya si lo había y hubo motivos de sobra para ostentar un espíritu montevideano en otros tiempos. El imaginario colectivo de los montevideanos está anestesiado, resignado, le buscamos explicaciones y atajos a todo.

No lograremos construir un empuje progresista, avanzado del Uruguay, si no rompemos el letargo de su capital.

La mugre, el tráfico cada día peor, las zonas decadentes del Centro y la Ciudad Vieja, del Cerro y de avenidas importantes no son de izquierda. No hay discurso y relato que pueda encubrir la situación.

Es cierto, se hizo el Antel Arena y fue un avance importante, muy importante, se hizo el espacio del ex Mercado Modelo, el MAM, pero eso muestra que se pueden hacer las cosas y hacerlas bien, no como pintas en la ciudad, sino con un cambio radical de como concebir el presente y el futuro de toda Montevideo. Y sobre esa base juzgaré los candidatos a ocupar el cargo de intendente. Implacablemente, no me quiero morir en mi querida Montevideo en decadencia. Yo me enamoré de este país a los 8 años a partir de Montevideo.

Montevideo no necesita solo buenos administradores que cierren bien las cuentas -eso es elemental-, no necesita buenos burócratas, necesita dirigentes políticos, muy trabajadores, gente con imaginación, que se anime, que corra riesgos, que actué con todo el Estado para formar parte del empuje del país.

Estamos lejos y hay que asumirlo y si algún fanático que considera que las batallas se ganan barriendo bajo las alfombras debería aprender de lo que sucedió en el 2019 y cuanto nos costó remontar y recuperarlo. Si en Canelones y en Salto hubiéramos tenido la misma gestión que en Montevideo no hubiéramos ganado las elecciones nacionales.

Y no me vengan con el 56% de votos que obtuvimos en Montevideo, porque está claro que esos votos tienen un alto contenido ideológico, cultural, pero no podemos seguir apostando a que ocultamos la decadencia con heladeras. La primera batalla que tenemos que ganar es cambiar radicalmente el conformismo que asumimos en Montevideo y con su decadencia.

Eso es la negación de la esencia misma de la izquierda.

Es obvio que Montevideo es la capital cultural del país y dispone de estructuras, teatros, museos, espacios y estadios para cumplir cabalmente esa función y se han hecho muchas cosas, pero no hay que equivocarse, cuando el gasto en marketing cultural es desproporcionado, se nota, porque es fácil compararlo con decenas de otras actividades y frentes descuidados y deficitarios.

La primera batalla ganada o perdida será la elaboración de un verdadero programa de cambios, de avances, de ideas fuerza para la capital, hecha por gente experta, capaz y no por funcionarios. Como decía Mao Tse Tung, la autocrítica es hacia el futuro, y tiene que ser seria y profunda.

Ojo que cuando las ideas de la verdadera izquierda se someten lenta o rápidamente a la lucha por los cargos, a la mentalidad burocrática, más allá de cualquier visión crítica y exigente, la batalla política y cultural la gana la derecha e incluso el neofascismo, sobran los ejemplos en el mundo. Y no hay como lavarse las manos.