por Gabriel Francescoli*
Uruguay no ha estado por fuera de esta tendencia, y tanto desde la sociedad como desde el Gobierno se habla, un día sí y otro también, de los científicos y de la ciencia nacional. Esta situación no es nueva quizá, pero sí es la ola más fuerte que recuerdo en cuanto a que la sociedad en general y los gobernantes en particular, se sientan preocupados (y ocupados, como está de moda decir ahora) por lo que los científicos hacen y proponen.
Hablo de "los científicos" como algo que me fuera foráneo, a pesar de que soy (me considero y me consideran) un científico, aunque probablemente por el tipo de trabajo que hago y las disciplinas que cultivo, soy poco visible, al igual que muchos otros colegas.
Por razones obvias, este es el momento de los médicos (epidemiólogos, internistas, intensivistas, etc.) y de los especialistas en lo que podríamos llamar biología celular/molecular: biólogos moleculares, especialistas en genética y genómica, inmunólogos, etc.
Estos colegas son los que han disparado, apariciones en los medios mediante -valga la aparente redundancia- la discusión sobre el apoyo que el Uruguay da a sus científicos e instituciones de investigación, especialmente desde el punto de vista presupuestario.
Obviamente, es razonable que en estas épocas el disparador haya sido la situación sanitaria, pero hay un problema que subyace y es el de que, por mirar los árboles, podemos perder de vista el bosque o viceversa.
Si bien parece imperativo apoyar a las disciplinas y subdisciplinas científicas e instituciones que están directamente relacionadas con el tema de la pandemia, el diagnóstico, tratamiento, etc. del COVID-19, y que desde la academia se aproveche la oportunidad que brinda el trabajo realizado y la visibilidad que este otorga para reclamar las mejoras necesarias en los presupuestos y estructuras de la investigación científica nacional, no hay que perder de vista que otros científicos y otras disciplinas que son tan importantes para el país como las relacionadas con la pandemia pueden pasar inadvertidas para el público y para los gobernantes.
Incluso siguiendo con un punto de vista estrictamente vinculado a la COVID-19 y los virus que pueden pasar al humano desde otros animales, no hay que perder de vista que los estudios de zoología básica, ecología y etología (por nombrar algunas, y sin incursionar en el área de la botánica, en la que no me siento muy cómodo) son importantísimos para conocer, entender y eventualmente vigilar los animales y plantas autóctonos de nuestra fauna y flora, y los potenciales invasores que se han establecido o puedan establecerse en nuestro territorio, causando daños potenciales y actuales, muchas veces subestimados o no detectados.
O, contrariamente, pudiendo ser parte de las soluciones a ciertos problemas que no serían fácilmente solucionables si no conocemos y mantenemos nuestro patrimonio natural.
Para eso se necesita un desarrollo armónico de las diferentes áreas de la ciencia (en esta nota me refiero particularmente a la biología, pero no descarto las otras) en nuestro país. Ese desarrollo permitirá idealmente no solo tener progresos científicos de producción nacional, sino también producir profesionales de la ciencia capaces de evaluar procedimientos o estrategias desarrolladas en otros lados que se intenten aplicar aquí, para potenciar las buenas prácticas y evitar o mitigar los efectos adversos que puedan provocar las malas o cuestionables.
Entonces, es bueno que en estas épocas los colegas que están cerca del problema de los virus y la pandemia puedan aportar soluciones que lleven al país a mejorar sus políticas de salud y de combate a la enfermedad, que de paso muestren las potencialidades del sistema científico nacional, y que esas soluciones y planteos sean la "cabeza de playa" para lograr una inversión básica en ciencia y tecnología, que el país necesita.
Esto, sabiendo además que no existen presupuestos infinitos y que no toda las ciencias son financiables en primera instancia ni a los niveles de pleno empleo de todos quienes se forman en ellas y se dedican eventualmente a ellas, porque eso no pasa en ninguna parte del mundo. Pero, en paralelo, no debemos olvidar ni dejar que pasen inadvertidas otras disciplinas fundamentales para ese desarrollo que no están vinculadas directamente a la actual situación y que por ese motivo podrían ser dejadas de lado.
Como resumen y final de esta pieza, creo que lo que debemos entender los uruguayos todos, y en especial los gobernantes, es que tener un sistema de ciencia y tecnología propio, que genere las condiciones para la investigación científica a buen nivel, que a su vez permita innovar o evaluar innovaciones vinculadas al progreso de nuestro país y sociedad, implica financiar ese sistema e invertir en él como se invierte en cualquier negocio si es que se quieren obtener resultados. Inversiones que, a la corta o a la larga, van a tener retorno tanto práctico como cultural, tanto desde el punto de vista de resultados directos y tangibles, como desde el punto de vista de la formación de los futuros profesionales de la ciencia.
Por eso, es fundamental no quedarnos con la imagen "corta" de la colaboración en la lucha contra la pandemia de los científicos que hacen ciencia básica y de las disciplinas que en ella intervienen directamente, porque eso sería exactamente mirar solo ciertos árboles y no ver la totalidad del bosque. Ese bosque que es precisamente lo que necesitamos apoyar y desarrollar.
*Gabriel Francescoli
Doctor en Biología, encargado de la Sección Etología de la Facultad de Ciencias