por Esteban Valenti
Las calamidades suman calamidades o descubren aspectos maravillosos del alma humana. Es parte esencial de la historia, de las guerras, de los desastres naturales, de las pestes. Esta pandemia es una expresión extrema de esta contradicción de los seres humanos.
Eso sucede con virulencia en el Uruguay actual. Lo trágico no es solo la enfermedad, la peste, las muertes, la cantidad de contagiados y todas sus consecuencias médicas y humanas es el impacto que esta situación está teniendo en la conciencia social de una parte de los uruguayos. Lo voy a decir con todas las letras porque mi afirmación es el resultado de un seguimiento de varios casos, de discusiones en las redes, de publicar ciertos tuits especialmente para recoger las respuestas y analizarlas.
El discurso oficial en la actual situación, en los últimos dos meses de desastre y descontrol del virus, tanto al más alto nivel como de los dirigentes blancos que cubren los flancos con real ferocidad - no todos - es repetido y amplificado en las redes y en algunos casos a través de otros medios con una combinación de argumentos muy precisos: a) la culpa de todo este descontrol la tiene la gente que sabe lo que hay que hacer y no lo hace. Allí está el centro de todo. b) Criticar u opinar sobre la política que actualmente desarrolla el gobierno es un pecado de lesa política, todo está bien, todo está justificado y cuestionarlo es imperdonable. No solo para otros políticos, sino para el GACH, diversas organizaciones médicas, en especial los intensivistas. c) No hay nada más que se pueda hacer que no sea vacunar y esperar y no hay ninguna saturación del sistema de salud, menos a nivel de los CTI, donde se han construido y se seguirán construyendo nuevos.
No hay informe del SINAE, cifra record tras cifra record, ocupar cada día un lugar peor y más elevado a nivel mundial en todos los indicadores, últimamente incluso en los muertos. Todo es explicable y justificable.
Se ha tratado y se ha logrado en esas personas de origen blanco - no así en colorados y de Cabildo Abierto - un fanatismo extremadamente peligroso y muchas veces inhumano. Si es un horror y hemos criticado a los que defendieron dirigentes políticos que cometieron actos de inmoralidad y/o corrupción, esta defensa irracional y fanática, es mucho más peligrosa por su profunda carga inhumana e irracional. Para defender al poder, al gobierno vale cualquier cosa.
Una parte son personas reales, y esos son los peligrosos, los imperdonables, porque no aceptan una discusión franca y abierta con otras opiniones que opinan sobre la vida y la muerte, sobre la salud y la peste, sobre el límite de las capacidades médicas y sanitarias del país. Otro grupo, los tengo identificados, se repiten, se alimentan entre ellos son los trolls.
En la jerga de Internet, un trol,? plural troles (del noruego troll), describe a una persona con identidad desconocida que publica mensajes y respuestas provocadoras. Una sola persona "militante" en las redes puede manejar muchos troles, cambiarlos de identidad y de nombre. Y que los hay los hay. ¿Quiénes los maneja, que publicistas son sus responsables ya lo averiguaremos.
Lo cierto es que a veces hay una conjunción con ciertos medios de prensa, donde conviven periodistas profesionales y serios y gente cuyo desembozado objetivo es defender al gobierno y desprestigiar a cualquier crítico. Lo vemos a diario.
Yo no me siento acomplejado en absoluto al formular estás críticas que pretenden ser lo más severas posibles, porque yo defendí a otros gobiernos, dando la cara y a veces equivocadamente, pero siempre dando la cara y critiqué duramente y pagué un precio por ello, cuando se cerraban filas para proteger inmorales, incapaces o corruptos.
Por eso digo que el actual gobierno, que comenzó muy bien, mucho mejor de lo que todos los uruguayos esperábamos afrontando una situación muy difícil y desconocida, con una gran capacidad de comunicación, ahora confunde el discurso reiterativo, las consignas huecas como la "libertad responsable" con su absoluta y total responsabilidad por el cambio de situación con la pandemia.
¿Por qué no se aplica la libertad responsable para los que manejan borrachos, los que no usan casco en las motos o cinturón de seguridad en los autos o los que quieren enviar sus hijos a la educación presencial con todos los cuidados? Es una consigna totalmente falsa, es la soberbia en su máxima expresión, pero es mucho peor, es el manejo de la caja, de la macro economía, del déficit fiscal por encima de la salud y la vida de los uruguayos.
Y si para defender esa obtusa definición política e ideológica se está fraccionando de esta manera a la sociedad uruguaya, hasta llegar a que una parte justifique, explique y defienda nada menos que cifras, datos concretos que muestran inexorablemente la gravedad de la situación. Y en cualquier sociedad civilizada y democrática ante tal gravedad y en cualquier circunstancia un gobierno debe hacerse responsable plenamente y no distribuir culpas veladas a organizaciones, ciudadanos, personas.
La inmensa mayoría de los uruguayos hemos sido responsables, nos hemos anotado o agendado para vacunarnos y al inicio de la pandemia cuando todo era incertidumbre, cuando en el mundo entero no había respuestas, cuando no había plazos en el horizonte cumplimos las imposiciones del gobierno y apoyamos esas medidas. Y no sabíamos dónde ni cuando terminaba la peste.
Simplemente repitiendo ese nivel de medidas, esa experiencia de marzo del 2020 hasta octubre del 2020 no estaríamos como hasta ahora sumergidos en este desbarranque. ¿Los pizzeros, los cuentapropistas, los que no desempeñaban tareas esenciales en aquel momento no merecieron la preocupación del gobierno? Me niego a creerlo. Lo que sucede es que un año después hay que poner plata, bastante plata para que la sociedad no se desfonde todavía más y eso es lo que no se quiere hacer de ninguna manera.
Ahora varios meses después del plazo en que se debían adoptar medidas restrictivas y acortar la crisis, una de las circunstancias de las que no se vuelve es de las miles de empresas y empresarios que se fundieron. Ahora aplicar nuevas medidas tendrá un costo más alto porque ya están desangrados. La mortalidad es también empresarial y se podría haber disminuido.
Tenemos todo el derecho a alertar, a protestar, a reclamar, a discutir y a denunciar a los trols y a los fanáticos que quieren aplastar a la sociedad. Y si toda esta política del gobierno se basa en las encuestas, vamos muy mal. Primero porque la sensación en las redes y a pesar de los trols, en los contactos telefónicos y por zoom y de muchas maneras, en materia de medidas para combatir la pandemia, han cambiado radicalmente. Si algunos encuestadores, quieren sumarse "graciosamente" para formular preguntas lo más indirectas posibles para servir de soporte a esta tragedia, que ellos también se asuman sus responsabilidades. Yo no voy a quedarme callado, cueste lo que me cueste.
Pero aún en el supuesto caso de la inmaculada labor de algunas encuestadoras, la verdad es que no hay manera de seguir justificando la rigidez y sordera del gobierno con la pandemia. Es cada día más imperdonable.
Las vacunas necesitan varios meses, son un horizonte concreto y posible, por ello mismo el gobierno, el presidente debería asumir una actitud muy clara, muy firme en restringir drásticamente la circulación. Y se puede y sobre todo se debe.
Si al gobierno y algunos votantes blancos consideran que deben seguir aferrándonos a todos con sus consignas imposibles e inhumanas, su responsabilidad va mucho más allá de un error político, le están haciendo un enorme daño al país y fracturando irremediablemente a la sociedad uruguaya. Un Uruguay del que no se retorna, sobre todo sus responsables.